En el normal desarrollo de la vida todo es cambiante, nada queda siempre igual, ni por debajo de de los mares, ni por encima de la tierra. Todo organismo biótico o abiótico vive en constante relación con su ecosistema y en esta relación ambos sufren constantes cambios. Así es el ciclo de la vida.Cuando el ser humano sufre cambios en sus estructuras sociales, pasa por un proceso drástico de desadaptacion y luego debe adaptase a nuevos patrones de vida.
Esto trae como consecuencia atrasos, pérdida de producción, bajas en la calidad de vida, pérdida de tiempo, baja de la autoestima, devaluación de valores y además nos exige mucha paciencia. Si el cambio invade nuestras vidas de manera casi violenta, alterándola junto con nuestras costumbres, nos da miedo y oponemos resistencia, como es el caso del divorcio, la muerte, la nueva tecnología, nuevos métodos de trabajo, etc.
Los humanos siempre evitamos enfrentar estas situaciones y tenemos que llenarnos de valor para decirle “si” al cambio si queremos subsistir.La resistencia al cambio proviene del miedo a lo desconocido. Por tal motivo, muchas organizaciones han tenido que preparar su personal al implementar cambios sustanciales en su funcionamiento para poder sobrevivir.
Debido a la resistencia laboral al cambio, muchas otras, también han desaparecido al no enfrentar las exigencias impuestas por la modernidad. Cantidades de personas muy productivas dentro de una institución han tenido que ser sustituidas por su miedo a aceptar nuevas tecnologías y procesos laborales.
El cambio puede ser gerenciado, ignorado, resistido con ataques, respondido con elocuencias, creado para beneficio y aceptado como tal, pero nunca se ha puesto en manejo a través de las formulas del “pasa a paso” “hágalo usted mismo” o “recetas para vencer el cambio”. Bièn sea considerado una amenaza o una oportunidad, siempre su buen resultado dependerá de que también estemos preparados y tengamos la voluntad de entenderlo y hacernos parte de su innovación, sin caer en el resentimiento y hacerlo culpable de nuestro fracaso.
Héctor Ruiz Díaz